DIVING FOR BEGINNER
Por: Paulina DORANTES G.
Ser escritora te abre la puerta a nuevas experiencias y, sin duda, poder bucear fue una de ellas. Siempre imaginé cómo sería pero, en este caso, la realidad superó a la expectativa.
“No aguanten la respiración, deben estar calmados, inhalar y exhalar normalmente, sólo que por la boca” nos explica Sebastián, buzo certificado, a una canadiense, una italiana, dos holandeses y a mi, mexicana. Después de 30 minutos de teoría vamos a la alberca. En medio del calor quintanarroense estamos armados con trajes de neopreno, chalecos, aletas… No me sorprenden las miradas curiosas de aquellos viajeros que se asolean con tan sólo un traje de baño.
La primera lección es sobre flotabilidad; se escucha fácil pero, créanme, al inicio somos como un globo que se infla y se desinfla, yendo de arriba a abajo sin ningún control. Luego hacemos simulaciones de emergencia, limpieza de visera y nadamos un poco en la alberca, todo esto sin salir del agua.
Después de un pequeño brunch nos equipamos de nuevo, listas para lo que en verdad es bueno: 12m de profundidad y nuestra primera inmersión en mar abierto. No puedo explicar la felicidad de estar en una embarcación con tanques de buceo y personas platicando de peces, tiburones, buceo en cenotes y un sin fin de experiencias marinas; escucho con atención mientras el agua salada salpica mi cara, es como si este siempre hubiera sido un lugar para mi. El barco se detiene y nos reagrupamos. Un miembro del staff nos ayuda a levantarnos de nuestro lugar, cargar el equipo, los tanques y las pesas que atan a nuestras caderas para sumergirnos no es tarea fácil. Una vez en el agua nos juntamos en círculo alrededor de una cuerda; no sé como pero cuando me doy cuenta ya estamos a medio camino, mis oídos son un recordatorio de que todo está pasando deprisa y debo descompresionar, tardo un poco pero mi grupo me espera, lo que viene después es indescriptible.
Nunca entendí porque los claustrofóbicos no pueden bucear, el mar es tan extenso que, ¿cómo podría alguien sentirse encerrado ahí? Bueno, no soy claustrofobica, pero me sentí tan pequeña en este inmenso desierto cubierto por agua que el espacio me apretaba, sentí que era tragada por un océano inmenso mientras me reducía a migajas. Sebas se acercó a mí y nos sentamos en la arena; respiré profundo y la impresión paso poco a poco, una vez superado el obstáculo mental pude comenzar a apreciar la vida marina. Un nuevo mundo se reveló ante mis ojos: peces de diversos tamaños y colores, tortugas marinas, inmensas morenas y plantas que nunca había visto… en ese momento me sentí como la persona más afortunada del mundo. De regreso en el barco contamos nuestras experiencias y mi mente viaja al futuro, al momento en que regrese al agua para mi certificación en aguas abiertas.
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